La división está presente desde el principio en la historia de la creación. En el libro primero del Génesis se habla de polarización: "Luz y tinieblas, sol y luna, etc. Se dice que el ser humano fue creado como hombre-mujer y que Adán deseaba proyectarse al exterior y darle forma independiente a una parte de su ser. La palabra que Lutero tradujo por costilla, en hebreo (tselah), pertenece a la familia de tsel: sombra. He ahí que el ser humano atribuye a la sombra todo lo que considera malo.
Sin embargo, Adán y Eva no son conscientes de la división y permanecen en el Paraiso. Con la intervención de la serpiente, al prometer a Eva que si come del fruto del árbol de la ciencia, distinguirá entre el bien y el mal, y tendrá discernimiento, la división de las formas alcanza la conciencia. Este hecho, abrirá los ojos del ser humano a la polaridad.
Adán y Eva pierden la conciencia kósmica y tienen que abandonar el Paraiso, el jardín de la Unidad, precipitándose en el mundo de la realidad polar de las formas materiales. El pecado original consiste en la separación de la Unidad. El ser humano está obligado a caminar entre elementos opuestos hasta su regreso a la Unidad, de vuelta al Paraíso.
La polarización del bien y el mal condujo a la aparición del diablo como representante del mal. Mientras que Dios es la Unidad que reúne en sí todas las polaridades, el diablo, como decía Jesús, "...es el príncipe de este mundo...". El diablo es representado como señor de la polaridad: dos cuernos, pezuñas, tridentes, pentagramas (siempre con dos puntas hacia arriba). Esto implica que el mundo es diabólico.
La duda se origina en el verbo; en el discurso a lo largo de la historia. Huir de la culpa y del pecado, exige tomar conciencia de la polaridad. En realidad el mal es una parte de la realidad, producto de nuestra conciencia, una forma de mirar. La redención pasa por anhelar la Unidad; pero es imposible anhelar la Unidad para el que no acepta una parte de la realidad y es entonces, cuando aparece la culpabilidad.
Adán y Eva pierden la conciencia kósmica y tienen que abandonar el Paraiso, el jardín de la Unidad, precipitándose en el mundo de la realidad polar de las formas materiales. El pecado original consiste en la separación de la Unidad. El ser humano está obligado a caminar entre elementos opuestos hasta su regreso a la Unidad, de vuelta al Paraíso.
La polarización del bien y el mal condujo a la aparición del diablo como representante del mal. Mientras que Dios es la Unidad que reúne en sí todas las polaridades, el diablo, como decía Jesús, "...es el príncipe de este mundo...". El diablo es representado como señor de la polaridad: dos cuernos, pezuñas, tridentes, pentagramas (siempre con dos puntas hacia arriba). Esto implica que el mundo es diabólico.
La duda se origina en el verbo; en el discurso a lo largo de la historia. Huir de la culpa y del pecado, exige tomar conciencia de la polaridad. En realidad el mal es una parte de la realidad, producto de nuestra conciencia, una forma de mirar. La redención pasa por anhelar la Unidad; pero es imposible anhelar la Unidad para el que no acepta una parte de la realidad y es entonces, cuando aparece la culpabilidad.