Las tecnologías de la información y la comunicación están más extendidas en el mundo que la electricidad. Lo digital está conquistando y redefiniendo un nuevo capítulo de nuestras vidas sin que podamos meditar y mucho menos decidir. Las redes pueden enriquecernos con las múltiples posibilidades que ofrece, pero también esconde nuevos territorios de preocupación. Como un rizoma, la autoridad y el poder bajo el paraguas capitalista hunden sus raíces en la propia vida para lograr su Opus Mágnum: El voluit filius.
Estamos obligados a plantearnos preguntas en el marco de la civilización digital. ¿Será una civilización que permita, oriente y apoye nuestro proyecto vital?, o por el contrario, nos alejará para siempre de nuestro rumbo como seres humanos. El seductor lenguaje del poder nos invita a conectarnos y a renovarnos arrullados bajo su protección. Sin embargo, en la naturaleza del hijo perdido está la búsqueda de su destino, regresar al origen, a las raíces para hallar un nuevo rumbo que nos proteja de la angustia de la "separatidad".
Los sistemas de datos producen un ámbito de conocimiento nuevo y los derechos de ese conocimiento y el derecho a usarlo pertenece en exclusiva al poder y a las transnacionales. Tal plan de ingeniería viaja en primera clase, mientras los ciudadanos monitorizados, jugamos con sueños freudianos. El volumen de negocio del mercado mundial de datos es de miles de millones de dolares, pero en las frías calles de las grandes ciudades suplican "esmola" seres a los que hemos arrebatado la confianza. Las acciones giran en torno a nuestras voces, nuestras emociones y nuestra personalidad. El mercado apuesta por nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro.
Se recogen datos sobre los usos y costumbres utilizando sensores de movimiento y computación para aprender los movimientos de los ciudadanos. La política de privacidad, el acuerdo de términos del servicio y, el acuerdo de licencia para el usuario, esconden consecuencias en materia de seguridad y privacidad. Aware Home y otros proyectos visionarios bajo la premisa de imaginar un mundo digital que nos empodera, facultándonos para vivir vidas más eficaces, han convertido nuestros hogares en compartimentos estanco bajo "un crepúsculo de formigas".
El neoliberalismo reclama para sí la materia prima gratuita de los datos del comportamiento humano. Un excedente conductual, plusvalía diría Marx, de las transnacionales que vigilan su propiedad para fabricar productos predictivos enriqueciéndose con las transacciones en los mercados behavior. La piedra filosofal que empuja, persuade y estimula el comportamiento. Gracias a ellos, las máquinas no solo conocen nuestra conducta, también moldean nuestro comportamiento, ¡bravo por la burguesía capitalista! La deriva capitalista está a un paso de automatizarnos.
