APRENDIENDO A VIVIR

SOMOS LO QUE COMEMOS Y LO QUE PENSAMOS: Nuestra salud mental depende en buena medida de nuestro sistema de creencias y de nuestra alimentación.
Este blog quiere ser un punto de encuentro para las personas que buscan una explicación, para los que no comprenden; aquellos y aquellas que buscan con una actitud libre y abierta respuestas...
...quiere ser una herramienta a favor de la tolerancia, la justicia y la libertad...
...un instrumento para tomar el control...
...una ayuda para conocerse mejor, comprender la existencia humana, nuestras necesidades y apegos...
...en definitiva una herramienta para llenar nuestro vacio interior y recuperar la confianza...

viernes, 15 de febrero de 2019

"¿MÁSCARA O ROBOT?"

"El más triste aspecto de la vida ahora mismo, es que la ciencia alcanza el conocimiento más rápido que la sociedad alcanza la sabiduría". Isaac Asimov

La máscara es una pieza adornada que cubre total o parcialmente la cara. Los etnólogos sitúan el nacimiento de la máscara en el momento que se produce la autoconciencia. En la antigüedad, la persona utilizaba la máscara para relacionarse con su mundo circundante. A todos los seres se les conceden fuerzas sobrenaturales y sobre ellos se proyectan contenidos inconscientes; en consecuencia, se personifican para influir en las "fuerzas demoníacas".

Un robot es una entidad virtual o mecánica artificial. Por su apariencia y movimientos parece tener un propósito propio. En el siglo IV antes de Cristo, el matemático griego Arquitas de Tarento construyó un ave mecánica que funcionaba con vapor. Al Jazari también construyó una serie de máquinas automatizadas y los primeros robots humanoides programables. Hisashige Tanaka conocido como el edison japonés construyó juguetes que servían el té. En la actualidad, los robots se utilizan ampliamente y realizan tareas de forma más exacta y más barata que los seres humanos.

Las sorprendentes innovaciones provocadas por la revolución digital desde la biotecnología hasta la inteligencia artificial están redefiniendo al ser humano. A medida que progresa el conocimiento y los descubrimientos en este campo, nuestro compromiso y nuestra voluntad ética es fundamental. Como seres sociales tenemos que pensar como resolver los nuevos desafíos. Debemos ser conscientes que los nuevos descubrimientos podrían ser utilizados para servir intereses creados y no los del público en general. Stephen Hawking y sus colegas escribieron en el The Independent: "Mientras que el impacto de la inteligencia artificial a corto plazo depende de quien la controle, el efecto a largo plazo depende de si se puede controlar del todo".

Amazon y Netflix ya poseen algoritmos que predicen las películas y los libros que podríamos desear ver y leer. Cuando se consideran este tipo de implicaciones nos adentramos en un territorio de transformación humana que jamás se ha experimentado. Si nuestro comportamiento se vuelve predecible, ¿qué pasa con nuestra libertad?; ¿podríamos llegar a actuar como robots? ¿Cómo mantener nuestra individualidad, la fuente de nuestra diversidad? ¿Qué pasa con la democracia?. La respuesta está en que, cuanto más digital y de alta tecnología sea el mundo, más será necesario el contacto humano.

Hai que tener en cuenta que, si no entendemos y atendemos a los desafíos de las nuevas tecnologías, cuanto más profundice la revolución digital en nuestras relaciones, menores serán nuestras habilidades y la capacidad de empatizar. Un estudio de la Universidad de Michigan observó una caída del 40% en la empatía entre estudiantes universitarios. Las interacciones en línea han desplazado a las conversaciones cara a cara y el 44% de los adolescentes no se desconectan mientras practican deporte, están con los amigos o cenan con la familia. En esta situación, los problemas de escucha, el establecimiento del contacto visual y la lectura del lenguaje corporal desaparecerán. 

El tiempo, la reflexión y la conversación sin ayuda de las nuevas tecnologías puede llegar a ser impensable. No se trata que tengamos que renunciar a los beneficios de la nueva revolución, sino que la utilicemos con "intención" de mejorar. La Red divide la atención y puede limitar nuestra capacidad cognitiva. Las interrupciones frecuentes dispersan nuestros pensamientos, debilitan la memoria y favorece la tensión y el nerviosismo. Decía Herbert Simon que "una riqueza de información crea una pobreza de atención". Para aprovechar la información, nada mejor que ir lento y prestar atención ante la distracción. Nuestro cerebro corre el riesgo de convertirse en una maquina en perpetuo movimiento en estado de frenesí. 

Los responsables de la toma de decisiones en la sociedad global están sumidos en la competición mientras el público, en el día a día, se sumerge en la frustración, la resignación y la desesperación. Michael Sandel observa que parecemos dispuestos a reemplazar la privacidad por la conveniencia en muchos de los dispositivos que utilizamos habitualmente. Internet puede ser una herramienta importante para la liberación sin precedentes, pero también un acicate de control y de vigilancia masiva indiscriminada y de gran alcance. El debate sobre el significado de la intimidad está abierto. En el mundo de la información que se supone transparente, se abren de par en par las puertas a las fake News y a una propaganda que intoxica el conocimiento y perturba la realidad. 

La revolución digital convierte a la tecnología en omnipresente en nuestras vidas. Existen numerosas investigaciones que muestran que cuando una persona sabe que está siendo observada, su comportamiento es más conformista y obediente. Es responsabilidad de cada uno de nosotros proteger nuestro yo interior y que las nuevas tecnologías no sean una herramienta para esclavizarnos con nuestro propio consentimiento. Debemos entender los desafíos que las nuevas tecnologías nos aportan para garantizar que sirva para beneficiar al ser humano en su conjunto. Solo de esa forma podremos estar seguros de que la revolución digital mejorará nuestras vidas en lugar de convertirnos en robots alienados. 

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