La envidia es universal, deriva de la palabra latina "invidia" que significa la consideración de algo con malicia, descontento o querer poseer lo del otro. La Real Academia de la Lengua define la envidia como tristeza o pesar del bien ajeno; también como emulación o deseo de algo que no se posee; un sentimiento o estado mental en el que existe dolor o desdicha por no poseer lo que tiene el otro. Es la madre del resentimiento; un sentimiento que no busca que a uno le vaya mejor, sino que al otro le vaya peor.
Decía Unamuno que la envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual. La envidia surge de un sentimiento de vacío interior que intentamos llenar buscando en el otro lo que creemos que nos falta. El envidioso/a no es capaz de valorar lo que es, ni lo que tiene, se considera incapaz e inútil. Se siente defectuoso e incompleto y busca la felicidad deseando lo que tienen los demás. Siente una profunda desconexión con su ser esencial y con su identidad personal.
Normalmente, la envidia viene acompañada de ira y de insatisfacción que favorecen los sentimientos de inferioridad y las reacciones de hostilidad. No sólo perjudica a aquel al que va dirigida, también al envidioso/a, que se pone constantemente en evidencia. Es al envidioso al que le provoca tormentos, dejando al descubierto su pequeñez, aunque la ceguera no le permita darse cuenta. Decía Antístenes que el carácter de los envidiosos los corroe tanto como la herrumbre al hierro...