APRENDIENDO A VIVIR

SOMOS LO QUE COMEMOS Y LO QUE PENSAMOS: Nuestra salud mental depende en buena medida de nuestro sistema de creencias y de nuestra alimentación.
Este blog quiere ser un punto de encuentro para las personas que buscan una explicación, para los que no comprenden; aquellos y aquellas que buscan con una actitud libre y abierta respuestas...
...quiere ser una herramienta a favor de la tolerancia, la justicia y la libertad...
...un instrumento para tomar el control...
...una ayuda para conocerse mejor, comprender la existencia humana, nuestras necesidades y apegos...
...en definitiva una herramienta para llenar nuestro vacio interior y recuperar la confianza...

martes, 14 de julio de 2020

TEMPERAMENTO Y FELICIDAD (II)

"El que mira hacia afuera sueña, el que mira hacia adentro,  despierta". C.G.Jung


La idea no es el mero acto de pensar, no es un conocimiento que se adquiere con el esfuerzo de la reflexión. Las ideas son preexistentes, algo que viene con nosotros, y la idea de la que brotan todas las ideas es la idea de Bien. También nacemos con un temperamento que es la medida con la que la naturaleza nos dota para desarrollar nuestra personalidad. De el proceden nuestras características intrinsecas y, como todo lo natural, lleva en si la semilla de lo bueno.
En la naturaleza se produce el movimiento, la realización del acto donde una potencialidad de ser se realiza y define. El temperamento es esa posibilidad y su desarrollo es la finalidad del ser. Ser uno mismo no es el devenir del ego, sino el desarrollo del temperamento que emerge a la materia como un sistema distintivo: la naturaleza de la personaludad de un individuo, señalando el camino para su pleno desarrollo en la individuación. La individualidad es la peculiaridad interna, última e incomparable de la persona que se conoce a si misma y se siente realizada.
La mayor limitación del individuo es ser persona. Ser consciente de esa limitación abre la conciencia de lo infinito.
Decía Paul Valéry: "la interrupción, la incoherencia, la sorpresa, son las condiciones habituales de nuestra vida (...) se han convertido incluso en necesidades reales para muchas personas, cuyas mentes solo se alimentan de cambios súbitos y de estímulos permanentemente renovados (...) ya no toleramos nada que dure. Ya no sabemos como hacer para lograr que el aburrimiento dé fruto. Entonces, todo el tema se reduce a esta pregunta: ¿la mente humana puede dominar lo que la mente humana ha creado?".
En el templo de Apolo en Delfos, estaba escrito "conócete a ti mismo". El aforismo se le atribuía a varios sabios griegos, entre los que estaba Heráclito, Tales, Pitágoras, Sócrates, etc. El conocimiento de uno mismo o autoconcepto, obliga a dirigir la mirada al interior. Una mirada limpia y vacía de prejuicios que nos lleve hasta nuestro temperamento natural y darle un sentido a nuestra vida siendo lo que por naturaleza somos; es decir, ser lo que verdaderamente somos. No hay atajos a la felicidad, y el único camino es desarrollar nuestro temperamento.
Cuando el individuo se conoce a si mismo, sabe lo que quiere, siente autoestima, y como decía Spinoza,:"cuando me amo a mi mismo, o cuando amo a Dios (naturaleza), ese amor es Dios (naturaleza) amándose a si mismo". Al amarse a si mismo, el individuo se siente libre para decidir y elegir, y decide seguir su temperamento natural. Distingue el amor que aumenta nuestra potencia natural de armonía y coherencia, decide lo que quiere, y elige ser feliz y alegre, ya que el pensamiento de la alegría es la vida. 
Somos apetito y deseo, que es nuestra tendencia a mantenernos en la existencia. Consumir es una condición permanente e inamovible de la vida. En realidad, puede ser reducido a su forma arquetípica en tanto ciclo metabólico permanente de la vida. Desde este punto de vista, se trata de una función imprescindible para la supervivencia. Pero el individuo que se conoce a si mismo, entiende el mundo en el que vive y toma decisiones libres. No se deja arrastrar por la confusión y la desinformación. 
En la actualidad el mercado ha convertido el deseo en producto de marketing, convirtiendo el consumo en la única forma de vivir. Se educa para consumir y, aunque dijera Max Webber: "el afán de lucro" y la "tendencia a enriquecerse" nada tienen que ver con el capitalismo, que "son tendencias que se encuentran por igual en camareros, médicos, cocheros, artistas, funcionarios, jugadores, mendigos, soldados, ladrones...", que en "all sorts and conditións of men", "en todas  las épocas y en todos los lugares de la tierra, en toda circunstancia que ofrezca una posibilidad objetiva de lograr una finalidad de lucro", lo cierto es que existe un discurso que utiliza a la razón y a la  ciencia como instrumentos para someter al ser humano a las necesidades de una sociedad líquida en la que impera el culto sin tregua ni misericordia del consumo. 
El culto al consumismo se constituye en un universo que destruye toda posibilidad de ser y desarrollar nuestro temperamento natural, o lo que es lo mismo, nuestra felicidad. Es el galgo que corre tras el conejo, y este tras la zanahoria. Destruye el acto consciente en si mismo, y como el perro y el conejo, perseguimos el producto en el que han convertido nuestra felicidad, y con ello, toda esperanza de individuación. 
El discurso del capitalismo lo engulle todo a una lógica de lo sagrado, clausurando toda salida del camino del consumo.El consumismo se aferra a un positivismo lógico que rebaja a la filosofía cómo mera disciplina auxiliar de la ciencia; a una ciencia subordinada al capital, despreciando su dimensión crítica y emancipadora. Mediante el dogmatismo científico, pretende encerrar la totalidad del mundo absolutizando las conclusiones, y creando una idea determinista de la realidad apoyándose en un neokantismo que parece reducir la realidad a las estructuras lógicas del conocimiento humano, ofreciendo una imagen fija, renunciando a toda posibilidad de transformación y cambio. 
El consumismo contribuye a la mercantilización de la cultura. Cosifica la conciencia, y convierte al objeto en una suerte de notario de la realidad. El objeto y el sujeto forman parte de la misma matriz de relaciones, pero, en un marco social y cultural donde se hacen evidentes expectativas, intereses y deseos. El control del consumo funciona como una articulación de asimilación, presión y seducción, donde el papel de la comunicación sigue siendo ineludible.
Marcuse adelantaba, en cierta medida, el inicio de esta idea: "El individuo unidimensional se caracteriza por su delirio persecutivo, su paranoia interiorizada por medio de los sistemas de comunicación masivos. Es discutible hasta la misma noción de alienación porque este hombre unidimensional carece de una dimensión capaz de exigir y de gozar cualquier progreso de su espíritu. Para él, la autonomía y la espontaneidad no tienen sentido en su mundo prefabricado de prejuicios y de opiniones preconcebidas".


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