El concepto de pensamiento único fue descrito por primera vez por Arturo Schopenhauer en 1819 como aquel pensamiento que se sostiene a si mismo, constituyendo una unidad lógica independiente sin tener que hacer referencia a otros componentes de un sistema de pensamiento. En 1964, Herbert Marcuse describió un concepto similar que denominó pensamiento unidimensional y sería aquel pensamiento impuesto por la clase política dominante y los medios de comunicación. En la última década, Ignacio Ramonet lo define como la pretensión universal de los intereses de las fuerzas del capital internacional.
En la economía del planeta, estamos asistendo a un proceso de concentración de capitales en unas pocas transnacionales y muy poderosas. En el sector de las telecomunicaciones, una "triada" formada por EEUU, Japón y la Unión Europea, domina el sector completamente. La tecnología es Japonesa y el capital, en gran parte, europeo (Bertelsman, Murdoch, Kireh). El contenido de los programas es, en su mayor parte, norteamericano. La "triada" controla el 90% del total de programas emitidos en el planeta. Las megaempresas son las únicas que quedan presentes, concentrando la información en torno a "un par" de consorcios (en España, Prisa, Zeta, Correo).
Después de que Telefónica y el Grupo Prisa lucharan por hacerse con el control de Antena 3, las circunstancias actuales permiten vaticinar dos plataformas con un sólo mundo: el pensamiento único. En un mundo en constante cambio, las representaciones que se nos ofrecen son cada vez más homogéneas y simplificadas, presentando el pensamiento único como algo natural e irremediable: las cosas son así y no pueden ser de otra manera. Negando el carácter de construcción que tiene la realidad social.
Inconscientemente tendemos a asumir como normal lo que estamos habituados a ver y automáticamente pensamos que es el único modo de representar la realidad. No nos damos cuenta que, con esas actitudes, estamos haciendo el juego a las élites económicas y políticas que detentan el poder en la sociedad. Les interesa que no nos planteemos la posibilidad de cambio, por eso es sano, sospechar de la representación del mundo que nos ofrecen todos los días en la prensa y la televisión como única realidad posible.
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