Los primeros filósofos se servían de los opuestos para interpretar la estructura del kosmos, el proceso de la naturaleza, la relación entre lo uno y lo múltiple que configuran el devenir y la pugna perpetua que teje y desteje el mundo de los fenómenos. Lo único estable es el cambio.
Empédocles de Agrigento proponía el amor y la discordia como los dos principios básicos que gobiernan el mundo y que, más tarde, S. Freud convertiría en Eros y Thánatos. Sin embargo, Rousseau y Adler consideran que el individuo es bueno por naturaleza, y C. Young incorpora elementos importantes en la configuración de la maldad como son los Arquetipos, la Sombra y el Inconsciente Colectivo.
Para Vigotsky, toda función en el desarrollo del niño aparece primero en un plano social y más tarde en el psicológico personal. Young dice, sin embargo, que todo lo que seremos existe ya en nosotros; pero escondido en la "sombra"; en la sombra se esconden los reproches, la falta de amor y de cariño y la no aceptación. Los "complejos" que surgirán de esas experiencias abarcarán el sexo, la comida, el amor y el sentido de pertenencia.
Para Heráclito, el Logos hay que buscarlo en el mundo físico, que es el reflejo visible de la trama invisible que lo sustenta. El que lo logra, accede a un mundo común, donde la discordia es amor y lo divergente se hace convergente. Es el fundamento, lo que le da sentido a la vida; la norma y la regla que todo lo determina y que lo hace todo comprensible.
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