El primer anhelo de la persona es tener un compañero en su desgracia; sin embargo, cuanto más gana en libertad, más siente la necesidad de sentirse unido al mundo, liberando la conciencia en la espontaneidad del amor y el esfuerzo creativo. La libertad es la capacidad de la conciencia para obrar; un anhelo innato del alma en contra del deseo instintivo de sumisión que sólo obedece al temor. No hay debilidad en la capacidad de experimentar la vida de una forma espontánea y amable aunque autores como Hobbes consideren la voluntad de poder y la hostilidad como las fuerzas motrices del ser humano.
Cuanto mayor sea el dominio que ejercemos sobre la naturaleza, más nos sentimos inducidos a crear un mundo sometido. Se suponía que las crisis eran meros accidentes y que las guerras eran producto de la ignorancia del pasado; pero, por desgracia, el ser humano lleva escondida en la sombra "cierta propensión al mal".
El individuo, separado de la naturaleza se siente débil, inseguro y desorientado; su conciencia se hace polar y se siente sólo y separado del resto del mundo que se percibe como amenazador, hecho que deja en su alma un sedimento de angustia e impotencia.
El único método eficaz para combatir la soledad y la angustia es el amor y la creatividad. La libertad va en dirección contraria al miedo, el sometimiento y la división; va en la dirección de la unidad y la integración; hacia una nueva forma de unidad y colaboración en la que la naturaleza está en armonía con la persona.
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