"(...) y si nos esforzamos en obtener lo mejor de nosotros mismos, la salud y la felicidad constituyen una posibilidad cierta para cada uno de nosotros". Eduard Bach
El triunfo de la salud sobre la enfermedad depende del poder que opera en nuestro interior para comprender, corregir y superar nuestras carencias. La primera causa de la enfermedad depende de la desarmonía de nuestra psique y nuestro cuerpo. Nuestra habilidad para descubrir la carencia que está provocando el conflicto es fundamental para neutralizarla.
Entender la función de nuestro pensamiento y nuestra intención es fundamental para aceptar la vida y enfrentarla sin temor. El azar y la incertidumbre aparentes son producto de nuestro desconocimiento de las leyes que rigen los fenómenos que percibimos. Como diría Einstein, "Dios no juega a los dados...".
Todo el conocimiento está en nuestro interior y su comprensión aporta el reconocimiento latente que opera en nuestra psique. En determinados momentos, el inconsciente atraviesa el velo de Maja y se presenta en el mundo sensible en sincronía con la conciencia. A través de la psique podemos percibir la sincronicidad de los sucesos fenoménicos.
Aprender a re-conocer no es más que recordar. Quien no recuerda su pasado está condenado a repetirlo. Es una forma de mirar; despertar a una nueva forma de entender la vida y darle sentido a la existencia. El proceso es complejo, pero si encontramos las claves para entender y resolver lo esencial, estamos en el camino.
La vida es un vector de tránsito con acontecimientos que tenemos que aceptar y trabajos que realizar para acceder al conocimiento, crecer y mostrarse ante los demás. El proceso integra acciones, deseos, pensamientos, intenciones, en todas las facetas de la vida. Puede ser un proceso de transformación que permite progresivamente adquirir diferentes niveles de conciencia hasta llegar a la conciencia total en el momento de la muerte.
Kepler dijo: "Mi más grande deseo es conservar, dentro de mi medianía, al Dios que encuentro por doquier en el exterior, también interiormente". Goethe añadiría: "El noble hombre no se sintió consciente de que, justamente en ese momento, lo Divino en el, estaba en la unión más precisa con lo Divino del universo".
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