Como decía Jung, el individuo es de suma importancia porque es el portador de la vida, por lo que su desarrollo y realización son de la mayor trascendencia. Es vital para cada ser vivo convertirse en su propia entelequia y crecer en lo que era desde el principio. Crecer y completarse es la tarea más importante. Debemos ser capaces de vivir sin automutilarnos.
El paso del tiempo nos va cambiando, pero no somos conscientes de en lo que nos convertimos, ajenos a que el "progreso" ha penetrado sigilosamente y se ha llevado algo nuestro de manera irrevocable. Quizás tenga mucho que ver con la voluntad y la intención, o la pérdida de la humanidad. Decía Saint Exupéry que solo se puede ver correctamente con el corazón. El jefe indio Ochway de Nuevo México decía que: "Los blancos siempre quieren algo; están siempre inquietos y agitados." Ante esto, sonreímos y nos congratulamos de nuestra inteligencia porque nos da miedo mirar en nuestro interior.
Con frecuencia nos vemos obligados a afrontar retos que se nos presentan con recursos adquiridos en tiempos pretéritos. Existen multitud de actos aparentemente irracionales que vistos desde el corazón constituyen una elección acertada. Ser inteligente consiste en otorgarle a las emociones un papel central en el conjunto de las aptitudes necesarias para vivir. Son las emociones las que nos permiten afrontar las situaciones más difíciles: el riesgo, las pérdidas irreparables, la persistencia en lograr los objetivos, a pesar de las constantes frustraciones, las relaciones de pareja, la formación de una familia.
Vivimos en uno solo de los muchos compartimentos de nuestra mente. Si queremos ser realmente libres y sentir que "medramos" en lo personal, debemos atrevernos a vivir las otras estancias para no quedar atrapados en lo subliminal. Sumergirse en el fondo, empezando por la "sombra", y hacerlo consciente, amplia y hace más profunda nuestra experiencia vital.
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