La mente, así como todos los elementos, puede ser trasmutada, de un estado a otro, de grado en grado, de condición a condición, de polo a polo, de vibración en vibración. La trasmutación es una práctica, un método, un arte mental; no es más que química mental. Para ello necesitamos de la noética, ver lo inteligible tal cual es; llegar al interior de la Mente; la conciencia, el alma, el espíritu y contemplar como se relacionan con el kosmos.
La focalización y sincronización noética implican el control del principio de causalidad, aprendiendo a concentrar la energía en nuestra intención para cambiar la realidad. La energía noética permite el desarrollo de todo el potencial humano; nos conecta con el kosmos, incrementando la cosmovisión, abriendo la mente a una nueva forma de aprender y crear. Las sinergias entre nuestros pensamientos, sentimientos, palabras y actos, se incrementan, proyectándose hacia un mundo de aprendizaje y creación constantes, invitándonos a ver más allá de lo esperado, convirtiendo nuestra vida en una experiencia fascinante y permanente.
La conexión entre los seres humanos y la naturaleza; entre los humanos y el kosmos, fue siempre objeto de debate. El concepto indio de "Prana", o el "Chi" de los chinos, mencionan la influencia de estas sinergias en la salud y en la felicidad; es más, consideran la enfermedad como producto de los desequilibrios en la conexión de este tipo de energías.
El Kosmos está interconectado en un "campo" invisible de conciencia. Si conectamos nuestros actos con el pensamiento y el sentimiento, y a estos con nuestra intención, a través del amor, con la conciencia del Kosmos, podemos crear multitud de efectos beneficiosos para nuestra salud mental y espiritual. El ser humano cuenta con ese potencial; pero, la libertad implica que solo ve aquel que quiere ver, oye el que quiere oir y entiende el que se esfuerza por entender; por eso, el que quiera creer, que crea.
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